José Maria Eça de Queiroz. (Póvoa de Varzim) 25 de noviembre de 1845 - 16 de agosto de 1900 (París). Escritor portugués, además de abogado. Murió de tuberculosis. Algunos títulos de sus obras: "El misterio de la carretera de Sintra" (1870), "El crimen del padre Amaro" (1875), "La tragedia de la calle de las flores" (1877), "El primo Basilio" (1878), "El mandarín" (1880), "Las minas de Salomón" (1885), "Los Maia" (1888), "Una campaña alegre" (1890), "Adán y Eva en el paraíso" (1897), "El tesoro" (1893), ...
- El arte es un compendio de la naturaleza formado por la imaginación.
- Nada es más difícil que ser claro y breve. Se necesita ser un genio.
- Pensar y fumar, son operaciones que consisten en lanzar pequeñas nubes al viento.
- Contar un dolor es consolarlo.
- Los políticos tienen todos la misma política.
- Solo tiene buen sabor el pan que día tras día ganan nuestras manos.
- La risa es una filosofía. A menudo la risa es una salvación. y en política constitucional, al menos, la risa es una opinión.
- Coriosidad: Impulso humano que oscila entre lo grosero y lo sublime. Lleva a escuchar detrás de las puertas o a descubrir América.
- El amor (...), como tú sabes, está hecho de muchos sentimientos diferentes. Alguien escribió, -creo que fui yo- que era una hermosa flor con raíces diversas. Ahora bien, cuando una de esas raíces es la estima absoluta, él, al cabo de largos años, se seca por las otras raíces, pero permanece vivo por esa.
- No se descuide de ser alegre, -solo la alegría da alma y luz a la ironía, a la Santa ironía-, que sin ella no es más que una amargura vacía.
- Es el corazón el que hace el carácter.
De "El mandarín":
"Los domingos, descansaba. Me instalaba en el sofá del comedor, con la pipa entre los dientes, y admiraba a doña Augusta, que las fiestas de guardar tenía por costumbre quitar la caspa al teniente Couceiro con clara de huevo. Sobre todo en verano, aquella hora resultaba deliciosa; por las ventanas entornadas se colaba el aliento de la solanera, algún repique lejano del campanario de la Conceição Nova y el arrullar de las tórtolas en la galería; el zumbido monótono de las moscas se columpiaba sobre el viejo tul, antiguo velo nupcial de la señora Marques, que ahora cubría en el aparador los platos de guindas; poco a poco, envuelto en un peinador, como un ídolo en su manto, el teniente se iba adormeciendo bajo la suave fricción de las cariñosas manos de doña Augusta, y ella levantaba su meñique blanco y carnoso, y le repasaba el pelo reluciente con la lendrera...".
José Maria Eça de Queirós.