Algunos lo llaman el Desierto Americano, otros, Las Grandes Llanuras... pero esos nombres fueron inventados por profesores en universidades, rodeados de un espejismo del orden y de una fantasía sobre el bien y el mal. Para conocerlo debes pisarlo, sangrar en su tierra, ahogarte en sus ríos... Es entonces que su nombre queda claro: es el infierno, y hay demonios por todas partes.
Recuerdo historias de la guerra y cómo parecía que el hombre había perdido la razón. Que nos convertimos en animales o tal vez nos rendimos ante el hecho de que animales es todo cuanto siempre hemos sido. Pero hay momentos en que siento que somos algo más, que hemos evolucionado más allá de la búsqueda de comida o de la dominación que ejercemos sobre quién elegimos para reproducirnos, que respiramos en profundidad el aire puro y casi podemos ganar a su creador. Desearía congelar este momento; viviría con él para siempre nadando en lo posible, mientras el lodo de lo real se queda atrapado en la orilla.
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