
- No me importa si no es el amor de mi vida o un simple capricho. Solo quiero que sea un amor sincero, uno de verdad... Y que sea eterno mientras dure...
- Pero tú, despertando, me hundiste en tus ojos.
- Y por desconocida las almas conocidas te mataron. No la mía.
- Tú no te irás, mi amor, y si te fueras, aún yéndote, mi amor, jamás te irías.
- Me marché con el puño cerrado... Vuelvo con la mano abierta.
- A través de los siglos, por la nada del mundo, yo, sin sueño, buscándote.
- La libertad no la tienen lo que no tienen sed.
- Ángeles buenos o malos, que no sé, te arrojaron a mi alma.
Invitación al aire:
"Te invito, sombra, al aire.
Sombra de veinte siglos,
a la verdad del aire,
del aire, aire, aire.
Sombra que nunca sales
de tu cueva, y al mundo
no devolviste el silbo
que al nacer te dio el aire,
del aire, aire, aire.
Sombra sin luz, minera
por las profundidades
de veinte tumbas, veinte
siglos huecos sin aire,
del aire, aire, aire.
¡Sombra, a los picos, sombra,
de la verdad del aire,
del aire, aire, aire!"
Rafael Alberti.
Sombra de veinte siglos,
a la verdad del aire,
del aire, aire, aire.
Sombra que nunca sales
de tu cueva, y al mundo
no devolviste el silbo
que al nacer te dio el aire,
del aire, aire, aire.
Sombra sin luz, minera
por las profundidades
de veinte tumbas, veinte
siglos huecos sin aire,
del aire, aire, aire.
¡Sombra, a los picos, sombra,
de la verdad del aire,
del aire, aire, aire!"
Rafael Alberti.
De "Entre el clavel y la espada"
(Dedicado a Pablo Neruda)
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Alberti con Paco Ibáñez (1991) |
Se equivocaba.
Por ir al norte, fue al sur.
Creyó que el trigo era agua.
Se equivocaba.
Creyó que el mar era el cielo;
que la noche la mañana.
Se equivocaba.
Que las estrellas, rocío;
que la calor, la nevada.
Se equivocaba.
Que tu falda era tu blusa;
que tu corazón su casa.
Se equivocaba.
(Ella se durmió en la orilla.
Tú en la cumbre de una rama)".
Rafael Alberti.