Benito María de los Dolores Pérez Galdós. (Las Palmas de Gran Canaria) 10 de mayo de 1843 - 4 de enero de 1920 (Madrid). Escritor español, además de político. Algunos títulos de su obra: Novelas, "La fontana de oro" (1870), "Doña Perfecta" (1876), "Fortunata y Jacinta" (1886), "Miau" (1888), "Misericordia" (1897), Teatro: "Los condenados" (1895), "Celia en los infiernos" (1913), ... (Cuentos), "La conjuración de las palabras" (1868), ... Novelas mitológicas, Episodios nacionales, memorias, ...
- Así como de la noche nace el claro día, de la opresión nace la libertad.
- El amor es un arte que nunca se aprende y siempre se sabe.
- El dinero lo ganan todos aquellos que con paciencia y fina observación van detrás de los que lo pierden.
- La experiencia es una llama que no alumbra sino quemando.
- Nuestra imaginación es la que ve y no los ojos.
- Yo no tengo la culpa de que la vida se nutra de la virtud y del pecado, de lo hermoso y de lo feo.
- Más sabe el que vive sin querer saber que el que quiere saber sin vivir.
- La esperanza parece que se agarra más, cuando más chica es.
- Al amor no se le dictan leyes.
- Oyéndoles hablar , me ha parecido a veces que la lengua es un órgano que les estorba.
- Dichoso el que gusta las dulzuras del trabajo sin ser su esclavo.
- Más días hay que longanizas.
- El miedo es la forma de nuestra subordinación a las leyes físicas.
De "Misericordia":
"Una mañana de marzo, ventosa y glacial, en que se helaban las palabras en la boca, y azotaba el rostro de los transeúntes un polvo que por lo frío parecía nieve molida, se replegó el ejército al interior del pasadizo, quedando solo en la puerta de hierro de la calle de San Sebastián un ciego entrado en años, de nombre Pulido, que debía de tener cuerpo de bronce, y por sangre alcohol o mercurio, según resistía las temperaturas extremas, siempre fuerte, sano, y con unos colores que daban envidia a las flores del cercano puesto. La florista se replegó también en el interior de su garita y metiendo consigo los tiestos y manojos de siemprevivas, se puso a tejer coronas para niños muertos".
Benito Pérez Galdós.