Pierre Corneille. (Ruan) 6 de junio de 1606 - 1 de octubre de 1684 (París). Dramaturgo francés, además de poeta, escritor, traductor, abogado... Autor oficial, por el cardenal Richelieu, se sale de ese privilegio, para ponderar los sentimientos de nobleza, recordando que los políticos no están por encima de las leyes. Algunos títulos de sus obras: "Melita" (1630), "La galería del palacio" (1633), "El Cid" (1636), "La muerte de Pompeyo" (1644), "Andrómeda" (1650), "Don Sancho de Aragón" (1650), "Pertharite" (1652), "Edipo" (1659), "Sertorio" (1662), "Atila" (1667), "Psiqué" (1671), "Pulquería" (1672), ...
- La manera de dar vale más que lo que se da.
- Hay que tener buena memoria después de haber mentido.
- Sin riesgos en la lucha no hay gloria en la victoria.
- En la felicidad de los demás yo busco mi felicidad.
- El que elige mal para sí, elige mal para el prójimo.
- Quien todo lo puede ha de temerlo todo.
- Aunque apenas pueda resistir mis males, prefiero padecerlos a merecerlos.
- Un envidioso jamás perdona el mérito.
- El mentiroso siempre es pródigo en juramentos.
- El amor propio es la fuente de todos los otros amores.
- El amor y la razón son enemigos jurados.
- Si me traicionan, ¿puedo tomar mejor venganza que amar a la persona que odio?
- Mi más dulce esperanza es perderla del todo.
- Un favor tal que excede toda posibilidad de ser recompensado, constituye una obligación tan pesada, que llega a ofender.
- Aun la virtud más firme, debe evitar los riesgos.
De "El Cid" (Acto I. Escena III):
"EL CONDE: Los ejemplos vivientes son de mayor valor; mal aprende en los libros un príncipe su deber. Y, después de todo, ¿qué es lo que ha hecho tantos años que no pueda ser igualado por una de mis jornadas? Si vos fuisteis valiente antaño, yo lo soy hoy. Granada y Aragón tiemblan cuando reluce este acero; mi nombre sirve a toda Castilla de muralla: sin mí, pronto seríais sojuzgados por otras leyes y a vuestros propios enemigos tendríais por monarcas. Cada día, cada instante, para realzar mi fama, añaden laureles a los laureles, victorias a las victorias. El príncipe, junto a mí, ensayaría su bravura en los combates al amparo de mi brazo, aprendería a vencer siguiendo mi ejemplo; y para responder rápidamente a su elevada condición, vería...
DON DIEGO: Lo sé. Vos servís bien al rey: os he visto combatir y mandar bajo mis órdenes. Cuando la edad ha venido a debilitar mis fuerzas, vuestro raro valor a sabido venir a reemplazarme; en fin, para dejar vanos discursos, vos sois ahora lo que antaño fui yo. En tal concurrencia veis que, sin embargo, el rey hace alguna distinción entre nosotros".
Pierre Corneille.