Nikolái Vasílievich Gógol. (Николай Васильевич Гоголь). (Gubernia de Poltava) 20 de marzo de 1809 - 4 de marzo de 1852 (Moscú). Escritor ruso, originario de Ucrania. Algunas de sus obras: "Mírgorod", con relatos como "Viy" o "Terratenientes de antaño" (1835), "Historias de San Petersburgo", que incluía: "Avenida Nevski", "El retrato", "Diario de un loco", "La nariz" y "El capote" (1835-1842), "Veladas en un caserío de Dikanka" (1831-1832), que incluía: "La feria de Sorochintsy", "La noche en vísperas de San Juan", "La noche de mayo o la ahogada", "La carta perdida", "La nochebuena", "Terrible venganza", "Iván Fiodórovich Shponka y su tía", ...
- La juventud es feliz en lo que tiene de porvenir.
- El pánico es más contagioso que la peste y se comunica en un instante.
- Si yo no puedo ser feliz, quiero consagrar toda mi vida a la felicidad de mis semejantes.
- Cuanto más común es un objeto, más por encima de él debe hallarse el artista a fin de conseguir de él lo no-común, para que esto llegue a ser verdad completa.
- El ejemplo tiene más fuerza que las reglas.
- Solo sus ojos son un inmenso imperio en el que puede uno perderse sin salida.
- Un escritor tiene derecho a hablar de un manzano cargado de manzanas de oro; pero no le está permitido describir un sauce cargado de peras.
- La experiencia de los años ha demostrado que un hombre que trabaja en la tierra es más puro, más noble, más alto y más moral... La agricultura debe estar en la base de todo. Esa es mi idea.
- Por estúpido que sea lo que dice el necio, en ocasiones es más que suficiente para confundir al hombre inteligente.
- Siempre piensa en lo que es útil sin ser bello; la belleza vendrá por sí sola.
- Cuanto más sublimes sean las verdades, más prudencia exige su uso; si no, de un día para otro se transformarán en lugares comunes y la gente no volverá a creerlas.
- La única cosa en la que vale la pena fijar la mirada con más atención, es en el presente; el futuro llegará solo e inesperadamente.
"Hoy ha tenido lugar un acontecimiento extraordinario. Me levanté bastante tarde, y cuando Marva me trajo las botas relucientes, le pregunté la hora. Al enterarme de que eran las diez pasadas, me apresuré a vestirme. Reconozco que de buena gana no hubiera ido a la oficina, al pensar en la cara tan larga que me iba a poner el jefe de la sección. Ya desde hace tiempo me viene diciendo: "Pero, amigo, ¿qué barullo tienes en la cabeza? Ya no es la primera vez que te precipitas como un loco y enredas los asunto de tal forma que ni el mismo demonio sería capaz de ponerlo en orden. Ni siquiera pones mayúscula al encabezar los documentos, te olvidas de la fecha y del número. ¡Habrase visto!...".
Nikolái Gógol.