Viktor Emil Frankl. (Viena) 26 de marzo de 1905 - 2 de septiembre de 1997. Neurólogo austríaco, además de psiquiatra. Fundó la logoterapia. Escribió "El hombre en busca del sentido" (1946), de sus experiencias en Auschwitz y Dachau, campos de concentración de los que sobrevivió de 1942 a 1945. Llegó a recibir 29 doctorados honoris causa de diversas universidades. Algunas de sus obras: "En el principio era el sentido: reflexiones en torno al ser humano" (1946), "Fundamentos y aplicaciones de la logoterapia" (1966), "Logoterapia y analisis existencial" (1967), "Lo que no está escrito en mis libros" (1995), ...
- Si no está en tus manos cambiar una situación que te produce dolor, siempre podrás escoger la actitud con la que afrontes ese sufrimiento.
- La felicidad es como una mariposa. Cuanto más la persigues, más huye. Pero si vuelves la atención hacia otras cosas, ella viene y suavemente se posa en tu hombro. La felicidad no es una posada en el camino, sino una forma de caminar por la vida.
- He encontrado el significado de mi vida ayudando a los demás a encontrar en sus vidas un significado.
- No importa que no esperemos nada de la vida sino si la vida espera algo de nosotros.
- Quien tiene una razón para vivir acabará por encontrar el cómo.
- El hombre es hijo de su pasado mas no su esclavo, y es padre de su porvenir.
- El hombre que no ha pasado por circunstancias adversas, realmente no se conoce bien.
- La hora pasa, la pena se olvida mas la obra queda.
- El dolor hace al hombre lúcido y al mundo transparente.
- Vive como si ya estuvieras viviendo por segunda vez y como si la primera vez hubieras obrado tan descertadamente como ahora estás a punto de obrar.
- Las ruinas son las que a menudo abren las ventanas para ver el cielo.
- ¿Qué es en realidad el hombre? Es el ser que siempre decide lo que es. Es el ser que ha inventado las cámaras de gas, pero asimismo es el ser que ha entrado en ellas con paso firme musitando una oración.
De "El hombre en busca de sentido":
(Estación Auschwitz)
"Unas 1.500 personas estuvimos viajando en tren varios días con sus correspondientes noches; en cada vagón éramos unos 80. Todos teníamos que tendernos encima de nuestro equipaje, lo poco que nos quedaba de nuestras pertenencias. Los coches estaban tan abarrotados que solo quedaba libre la parte superior de las ventanillas por donde pasaba la claridad gris del amanecer. Todos creíamos que el tren se encaminaba hacia una fábrica de municiones en donde nos emplearían como fuerza salarial. No sabíamos dónde nos encontrábamos, en Silesia o ya habíamos entrado en Polonia. El silbato de la locomotora tenía un sonido misterioso como si enviara un grito de socorro en conmiseración del desdichado cargamento que iba destinado a la perdición".
Viktor Frankl.