Lev Nikaláievich Tolstói. (Yásnaia. Imperio ruso). 9 de septiembre de 1928 - 20 de diciembre de 1910 (Astápovo. Rusia). Escritor ruso, del que aprovecharon sus ideas de la no-violencia activa, activistas como Gandhi o Martin Luther King. Algunas de sus obras: "Infancia" (1852), "Adolescencia" (1854), "Juventud" (1856), "Guerra y Paz" (1865), "Anna Karénina" (1875), "La muerte de Iván Ilich" (1886), "La sonata de Creutzer" (1889), "Iglesia y estado" (1881), "Resurrección" (1899), "El diablo" (1911), "Albert" (1858), "Tres muertes" (1858), "Nuevo abecedario" (1872), "La esclavitud de nuestro tiempo" (1909), ...
- El que ha conocido solo a su mujer y la ha amado, sabe más de mujeres que el que ha conocido mil.
- El secreto de la felicidad no es hacer siempre lo que se quiere, sino querer siempre lo que se hace.
- El dinero es una nueva forma de esclavitud, que solo se distingue de la antigua por el hecho de que es impersonal, de que no existe una relación humana entre amo y esclavo.
- Dios existe; pero no tiene ninguna prisa en hacerlo saber.
- Hay quien cruza el bosque y solo ve leña para el fuego.
- El niño reconoce a la madre por la sonrisa.
- No hagáis el mal y no existirá.
- Mi silencio les estorba. Yo era como una botella al revés, cuya agua no puede salir porque la botella está demasiado llena.
- La música es la taquigrafía de la emoción.
- En el sentimiento del amor existe algo singular capaz de resolver todas las contradicciones de la vida y de dar al hombre aquella felicidad total cuya consecución es el fin de la vida.
- Debe valorarse la opinión de los estúpidos: están en mayoría.
En "Guerra y Paz", da comienzo la primera parte así:
"Bien. Desde ahora, Génova y Lucca no son más que haciendas, dominios de la familia Bonaparte. No. Le garantizo a usted que si no me dice que estamos en guerra, si quiere atenuar aún todas las infamias, todas las atrocidades de este Anticristo (de buena fe, creo que lo es), no querré saber nada de usted, no le consideraré amigo mío ni será nunca más el esclavo fiel que usted dice. Bien, buenos días, buenos días. Veo que le atemorizo. Siéntese y hablemos. Así hablaba, en julio de 1805, Ana Pavlovna Scherer, dama de honor y parienta próxima de la emperatriz María Fedorovna, saliendo a recibir a un personaje muy grave, lleno de títulos: el príncipe Basilio, primero en llegar a la velada. Ana Pavlovna tosía hacía ya algunos días. Una gripe, como decía ella -gripe, entonces, era una palabra nueva y muy poco usada -. Todas las cartas que por la mañana había enviado por medio de un lacayo de roja librea decían, sin distinción: «Si no tiene usted nada mejor que hacer, señor conde - o príncipe -, y si la perspectiva de pasar las primeras horas de la noche en casa de una pobre enferma no le aterroriza demasiado, me consideraré encantada recibiéndole en mi palacio entre siete y diez. Ana Scherer.".".
León Tolstói.