
- El amor no solo debe ser una llama, sino una luz.
- Si has construido castillos en el aire, tu trabajo no se pierde; ahora coloca las bases debajo de ellos.
- Hay más religión en la ciencia del hombre que ciencia en su religión.
- ¡Como si se pudiera matar el tiempo sin insultar a la eternidad!
- El tiempo no es sino la corriente en la que estoy pescando.
- Nueve décimas partes de la sabiduría provienen de ser juicioso a tiempo.
- El más rico es aquel cuyos placeres son los más baratos.
- Un hombre es rico en función a las cosas que puede desechar.
- Bajo un gobierno que encarcele a alguien injustamente, el sitio adecuado para una persona justa es también la cárcel.
- Las cosas no cambian; cambiamos nosotros.
- Es tan difícil verse a uno mismo como mirar para atrás sin volverse.
- Hay muchos que se van por las ramas, por uno que se va directamente a la raíz.
- Cualquier hombre que tenga más razón que sus prójimos ya constituye una mayoría de uno.
- Deja de arañar la corteza, hay fruta madura en tu frente.
- Nunca mires atrás a menos que estés planeando ir en esa dirección.
- Si no logras convencer a una persona de lo malo que está haciendo, procura entonces hacer lo bueno. La gente cree solo lo que ve.
- Lo que miras no es lo importante, lo importante es lo que ves.
De "Caminar":
"En la actualidad, casi todas las llamadas mejoras del hombre, como la construcción de casas y la tala de los bosques y de todos los árboles de gran tamaño, no hacen sino deformar el paisaje y voverlo cada vez más doméstico y vulgar. ¡Un pueblo que comenzase por quemar las cercas y dejar en pie el bosque...! He visto los cercados medio consumidos, perdidos sus restos en medio de la pradera, y un miserable profano ocupándose en sus lindes con un topógrafo, mientras la gloria se manifestaba en su derredor y él no veía los ángeles yendo y viniendo, sino que se dedicaba a buscar el viejo hoyo de un poste en medio del paraíso. Volví a mirar, y lo vi en pie en medio de un tenebroso pantano, rodeado de diablos; y no hay duda de que había encontrado la linde, tres piedrecillas allí donde había estado hincada una estaca; y mirando más cerca, vi que el Príncipe de las Tinieblas era el agrimensor".
Henry David Thoreau.